Línea de flotación

Hay un borde invisible, delgado como un pulso, firme como la duda, un límite que no corta, una frontera que sostiene sin sostener.

Una línea que no pesa, ni cielo ni abismo, donde el agua se sostiene y el aire se deja habitar.

Allí se suspende la tensión entre hundirse o elevarse, entre rendirse o persistir.

¿Qué me mantiene a flote?

Resistir no es avanzar, sino permanecer en el filo que divide lo posible de lo imposible.

La línea de flotación es geografía sin mapa, es territorio donde la nada no pesa y, sin embargo,lo sostiene todo.

Nos forjamos entre la belleza y la podredumbre, como el loto que irrumpe desde el barro, y en esa paradoja respiramos: resistir no es avanzar, sino flotar en la grieta, no caer ni elevarse sólo habitar el centro invisible donde incluso la nada también es un lugar.

Como un espejo que respira, la limpieza se vuelve estado: volver a empezar sin comienzo, regresar sin haber partido.

Flotamos —querámoslo o no— flotamos —¿por deseo o mandato?— entre la transparencia y la hondura, ni arriba, ni abajo, sólo en el umbral de lo que resiste y se purifica.

Ahí donde la emoción se aquieta, ahí donde lo suspendido habla, ahí donde el fondo se convierte en aire, y el aire en comienzo.

Jenny Carvajal