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Criaturas del olvido / Genoveva Mora

Criaturas del olvido. Sandra Gómez. Foto Gustavo Vernaza

Criaturas del olvido / Genoveva Mora

Entiendo por archivo el conjunto de los discursos efectivamente pronunciados. Este conjunto es considerado no sólo como un conjunto de acontecimientos que han tenido lugar una vez por todas y han quedado en suspenso, en el limbo o el purgatorio de la historia, sino también como un conjunto que continúa funcionando, que se transforma a través de la historia, que da la posibilidad de aparecer a otros discursos”[1]

En mitad del escenario está una especie de pared/colage el elemento visible y funcional de la obra, porque detrás de ella se diluye un personaje para asomar otro. Sandra Gómez ha decido, bajo la dirección de Wilson Pico, realizar una suerte de homenaje al propio director, no porque exista ‘un paso de obras’, sino más bien una licencia para asumir el lenguaje que a lo largo de años ha construido Pico.

Varias son las discusiones teóricas que han nacido en torno a la danza y la memoria, a la reposición, o paso de obras de un coreógrafx a otrx. Cercano a nosotrxs está el trabajo de Fabián Barba, A Mary Wigman dance evening (2016) para el que Barba investigó cómo la danza podía ser pasada de un cuerpo a otro, y entre otras tantas preguntas, cuál era la relación entre la danza y el contexto en el que fue creada, cuestionamientos que con seguridad los volvió a vivir/sentir cuando Kléver Viera, le ‘pasa’ Anfisbena. La diferencia entre estas dos vivencias es, en primer lugar, la distancia temporal de las respectivas piezas y, por supuesto esa implicación. 


Criaturas del olvido. Sandra Gómez. Foto Cristina Navas Castillo

Criaturas del olvido. Sandra Gómez. Foto Cristina Navas Castillo

En la obra que hoy nos ocupa, Criaturas del olvido, no sucede ni ese enlace con el pasado, tampoco la entrega de una pieza puntual. Hay en este caso un consentimiento tácito. No sé si de esa manera lo plantearon, tampoco si existió la voluntad de los involucrados de interpretarlas a imagen y semejanza del director. Lo que sí es evidente, el hecho dancístico donde explícitamente se aprecia este ‘préstamo’, porque, además, hasta donde conozco la trayectoria de Sandra Gómez da cuenta de otros lenguajes, aunque ella reconoce la influencia de este coreógrafo a nivel filosófico- conceptual.

En todo caso, puedo detectar a una bailarina/intérprete, quien entra en un juego de representaciones, toma de ese archivo vivo (haciendo referencia al concepto foucaultiano de archivo y aplicándolo al hecho dancístico) un material intangible; es decir, ella no baila el personaje Wilson Pico; sino que se imbuye de su esencia, asume su lenguaje, su gesto, al que por supuesto le otorga un acento propio. Y, desde la platea apreciamos el renacimiento de un gesto/lenguaje que identificamos. No obstante, insisto, es un personaje autónomo, con sus historias propias y un gesto espontáneo, fresco, absolutamente apropiada de la escena y con una espontaneidad en el movimiento que, si alguien no conoce el referente, obviamente no entraría en este juego de comparaciones ni apelaría a esta argumentación, de la que personalmente, no puedo escapar. 

De hecho, esta puesta en escena se aprecia esecontinuumgestual que se ha transformado, pero al tiempo mantiene su carácter y se renueva en un cuerpo otro. Las piezas que baila son creadas para ella, constituyen una serie de momentos, personajes, donde el silencio acompaña al cuerpo, y es tan solo un objeto: zapato, cuchara, una radiografía, entre otros, los que llaman la atención y, a partir de ellos y la sintaxis de un cuerpo, el espectador trabaja en su ficción.

Ella aparece con la música -Vestido y zapatos-, el sonido acompaña de manera potente a esta mujer que, acaso, mide su belleza y lo hace en la intimidad su espejo, en su propio tempo,  el tempode la obra, que por añadidura nos contagia; entonces entramos a ese fluir y nos dejamos llevar por la cadencia de un personaje que no promete nada, en cuanto a anécdota, aceptamos la invitación para sumergirnos en un tiempo extra-cotidiano y sereno que la danza sabe alcanzar.

Sí, es verdad que no hay una obra como tal, son pequeños lapsos, pero la bailarina sabe hacer la conexión necesaria con el espectador, tal vez, solo talvez, crear la ilusión de un hilo que conduce su presencia auténtica, erigida con una movimiento sutil y profundo a la vez; una mirada que hace contacto, pregunta y observa, acción que se acentúa cada vez que termina una pieza, de modo que se lleva nuestra mirada y nuestra expectativa.

Criaturas del olvido. Sandra Gómez. Foto Gustavo Vernaza

Criaturas del olvido. Sandra Gómez. Foto Gustavo Vernaza

En la escena de Mortaja hay también preponderancia de la música, son las cuerdas andinas las que acompañan, más no determinan el movimiento. Sucede igual con el Padre ausenteLa niña, piezas en las que el sonido copa el espacio y crea una atmósfera que atañe a ese tiempo escénico; lo digo sabiendo que afirmar esto es perogrullada porque, precisamente, esa es la tarea de la música; mas, sucede que en muchas obras se vuelve incidental, eh ahí la diferencia de la intervención, como en este caso, de un músico como Roberto Moscoso, con la sensibilidad y el conocimiento para inmiscuirse y expandir la atmósfera, acrecentar sensaciones, así como otorgar los silencios necesarios cuando la bailarina ingresa, mediante su acción, en una forma de introspección corporal y se acompaña con sonidos producidos por su accionar propio .

Criaturas del olvido es una decisión muy significativa, tanto para su director como para la intérprete, pues pone frente a lxs espectadorxs toda una serie de consideraciones respecto a la creación dancística, como la originalidad, la transmisión de un lenguaje que en el momento de su aparición tuvo un sentido, una connotación social, así como a nivel dancístico. De otro lado, es posible ratificar que un mismo lenguaje dicho en otro tiempo y contexto, con un cuerpo diferente, tiene la capacidad de provocar otras lecturas, especialmente el instante que lo replica una mujer. 

Tomando como referencia, tan solo una pieza Vestido y zapatos, por ejemplo, a diferencia de Mujer que,interpretada por Wilson Pico, arriba, primero al terreno de la representación y luego al estado simbólico; en tanto que Vestido…bien puede ser situada en el campo de la presentación/representación.  Acudo a Carlos Rojas para cerrar la lectura, no para aclararla, quizá más bien para dejar abierta la discusión al respecto “… habría una dramaturgia de la presentación/representación; esto es, un momento indispensable en donde entra en juego la percepción, el afecto, el cuerpo y otro que le sigue, que es el de su representación, en donde los pesos, los juegos, las interrelaciones, tienen que ser resueltas concretamente en el montaje”[2].  

 Ficha técnica

Personajes danzados por Sandra Gómez Navas

Coreografía y dirección: Wilson Pico

Música: Roberto Moscoso

Gráfica: Juan Contreras

Fotografía: Cristina Navas Castillo

Estreno: 1 y de agosto 2019, Sala Mariana de Jesús


 [1]Castro Edgardo, El vocabulario de Michael Foucault, Ed. Universidad de Quilmes, 2004. P. 30

[2]Rojas Carlos, “Teatro y representación”, El Apuntador #70.

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