¿Por qué Shakespeare hoy? Noche de Reyes, en Quito Jhonatan Salazar Achig
La inmortalidad de William Shakespeare no reside únicamente en la universalidad de sus temas, sino en la capacidad de sus textos para sobrevivir al paso del tiempo, en este caso al paso de los siglos, y así mismo al hecho de adaptarse a geografías tan distantes de Londres como lo es Quito. Sin embargo, la reciente puesta en escena de Noche de Reyes o lo que quieran, bajo la dirección de César Salazar, propone un ejercicio inverso y fascinante: en lugar de traer a Shakespeare a nuestra modernidad, nos transporta a nosotros, espectadores del siglo XXI, al corazón de la Inglaterra isabelina de 1600.
Noche de Reyes o lo que quieran, de William Shakespeare
El Retorno al Teatro del Globo y a la estética isabelina
Presentada en el Teatro Victoria, esta producción ecuatoriana no es una simple representación; sino más bien es un manifiesto de "montaje histórico". La obra fue escrita entre 1601 y 1602, concebida originalmente para el Teatro del Globo (The Globe), ese espacio circular del cual Shakespeare era copropietario y que trágicamente se redujo a cenizas en 1613. Ahora César Salazar asume el reto de dirigir la pieza como si el mismísimo Shakespeare estuviera al mando, respetando las convenciones técnicas y estéticas de un periodo donde el artificio digital era inimaginable.
Noche de Reyes o lo que quieran, de William Shakespeare
Ese reto lo asumió desde varios frentes, por ejemplo, la escenografía es el primer golpe de realidad histórica. Prescindiendo de telones móviles o proyecciones, la obra se sostiene sobre un escenario único con múltiples accesos, evocando la arquitectura funcional del siglo XVII. Aquí, la historia no se apoya en efectos visuales, sino en la potencia de la palabra y el despliegue físico. Es un teatro que exige una atención absoluta, donde el ritmo no lo dicta un cambio de luces, sino el flujo constante de los actores entrando y saliendo de escena, manteniendo viva la llama de la ficción.
Noche de Reyes o lo que quieran, de William Shakespeare
Uno de los puntos más altos de esta representación fue enfocarse en la rigurosidad del diseño de arte. En la época de Shakespeare, no existía el concepto de "vestuario teatral" tal como lo conocemos hoy. Las compañías adquirían ropajes nobles que los sirvientes heredaban de sus patrones; prendas que, por ley, los plebeyos no podían vestir, pero que en las tablas se convertían en el uniforme de la ilusión. La producción de del Teatro Victoria replica esta esencia con vestuarios confeccionados mediante técnicas antiguas, donde botones y lazadas reemplazan cualquier comodidad moderna.
Noche de Reyes o lo que quieran, de William Shakespeare
El maquillaje merece una mención aparte. Fiel a la tradición, se recupera el uso de la tez pálida, que en el Renacimiento se lograba con bases de plomo (altamente tóxicas en su momento, pero aquí recreadas de forma segura). Este recurso no es meramente decorativo; en personajes como Andrés de Secorrostro, el maquillaje actúa como una herramienta de parodia, acentuando la caricatura del noble cortesano.
El Desafío de la Identidad: Actores y Roles Femeninos
Quizás el aspecto más audaz y exitoso de este montaje es el respeto a la restricción de género de la época. En el siglo XVII, las mujeres tenían prohibido actuar profesionalmente, por lo que los roles femeninos recaían en hombres jóvenes de finos rasgos. En esta puesta, el uso de actores masculinos para roles femeninos no es un capricho estético, sino un motor narrativo que potencia la "magia" y el enredo de la obra.
Noche de Reyes o lo que quieran, de William Shakespeare
Tras un trágico naufragio en las costas de Iliria, la joven Viola sobrevive creyendo que su hermano gemelo, Sebastián, ha muerto en el mar. Para protegerse en una tierra desconocida, decide disfrazarse de hombre bajo el nombre de Cesario y entra al servicio del Duque Orsino.
El conflicto estalla cuando se forma un enredado triángulo amoroso: Orsino está locamente enamorado de la condesa Olivia, quien se encuentra de luto y rechaza sus cortejos. Sin embargo, cuando Viola (como Cesario) es enviada a entregar mensajes de amor al palacio de la condesa, Olivia termina enamorándose perdidamente del mensajero. Mientras tanto, Viola sufre en silencio porque ha comenzado a amar al Duque.
Noche de Reyes o lo que quieran, de William Shakespeare
La situación llega al clímax de la comedia con la aparición inesperada de Sebastián, cuya asombrosa semejanza física con "Cesario" desata una cadena de malentendidos, duelos fallidos y encuentros accidentados que solo se resuelven cuando las verdaderas identidades salen a la luz.
Noche de Reyes o lo que quieran, de William Shakespeare
La interpretación de Viola es el eje sobre el cual gira la estructura emocional de la obra. Viola se disfraza de "Cesario" para servir al Duque Orsino. El reto actoral es triple: un hombre interpretando a una mujer que, a su vez, finge ser un hombre. Esta complejidad se resuelve con una maestría corporal que evita la parodia burda para enfocarse en la melancolía del personaje. Viola es la vulnerabilidad oculta tras una casaca; es la voz que debe transmitir un amor imposible mientras media en los galanteos de otros.
Por otro lado, merece hablarse de Olivia, la Condesa del Arquetipo. Alfredo Espinosa nos entrega una Olivia magistral. Un reto en la actuación pues no fue buscar al personaje desde la psicología moderna, sino desde el arquetipo. Su Olivia no es una mujer posmoderna, es una noble isabelina cuyo cuerpo y palabra están organizados bajo códigos renacentistas. Al renunciar a la "libertad corporal" contemporánea, Espinosa logra que la palabra gobierne la escena. Su enamoramiento de "Cesario" (Viola) resulta cómico y trágico a la vez, demostrando que la verdad teatral no depende del realismo, sino de la precisión del gesto y la proyección de la voz.
Noche de Reyes o lo que quieran, de William Shakespeare
El Derrumbe de la Cuarta Pared
A diferencia del teatro convencional, donde el público observa desde la oscuridad un mundo ajeno, esta versión de Noche de Reyes rompe el muro invisible. Al igual que en 1600, los espectadores en Quito se encontraban a una proximidad que permite la interacción. La ausencia de la "cuarta pared" fomentó un teatro político y directo, donde el público reaccionaba, reía y se volvía cómplice de los malentendidos.
Esta cercanía es fundamental para comprender la famosa frase de la obra: "El amor buscado es bueno, pero el amor dado sin buscarlo es mejor". En el convivio teatral, esa entrega de afecto ocurre entre el actor y el espectador, mediada por la música de época interpretada en vivo, que establece una atmósfera sonora envolvente desde antes de que se pronuncie la primera línea.
Otro logro indiscutible de la obra fue su adaptación, pues reducir el tiempo en escena a dos horas sin perder claridad es un triunfo de edición. El uso de dos traducciones simultáneas (la decimonónica de Jaime Clark y la contemporánea de Piedad Bonnett) permitió que el lenguaje mantenga la elegancia del verso, pero con una inteligibilidad que llega al público actual. No se sacrifica la profundidad; se optimiza el ritmo.
La dirección de César Salazar demuestra que Shakespeare no es una pieza de museo que deba permanecer bajo llave, sino una entidad viva. Al regresar al origen —a los movimientos codificados, a las voces proyectadas sin micrófonos y al espíritu del enredo puro— la obra recupera su capacidad de "hablarnos de nosotros mismos".
Alfredo Espinosa, Javier Taco, Juan Pablo Acosta, José Miguel Sandoval, PabloAguirre, Javier Campaña, Gonzalo Núñez, Andrés Oviedo, Issac Montoya, César Salazar, Richard Chavero
Lo mejor: la coherencia histórica y la interpretación de los roles femeninos. Lo que sorprende: la capacidad del texto para mantener su vigencia cómica sin recurrir a modernismos innecesarios.
Esta producción es, en esencia, una gran puerta de entrada al universo teatral de Shakespeare. Para el neófito, es una comedia divertida y visualmente estimulante que derriba el mito de que los clásicos son "aburridos" o "lejanos". Para el conocedor, es una lección de historia del teatro ejecutada con rigor técnico y pasión artística.
“Noche de Reyes o lo que quieran” en Quito fue un recordatorio de que el teatro es un naufragio del que todos salimos transformados. Es una oportunidad de crecimiento humano que nos invita a perdernos en Inglaterra de 1600 para encontrarnos, entre risas y confusiones, con nuestra propia identidad. Shakespeare ha vuelto, y lo ha hecho de la mano de un elenco que ha entendido que, a veces, para avanzar en el arte, es necesario mirar cuatro siglos hacia atrás.
Ficha técnica
Dirección: César Salazar
Dirección musical: Iván Acosta
Traducción; Piedad Bonnet, Jaime Clark
Adaptación: César Salazar
Vestuario: Nicole Riofrío, Jorge Ruiz y Bernie Stael
Escenografía: Jorge Chiguano
Utilería: Cristian Santacurz
Estilización de pelucas: Britani Herrera
Redes Sociales: Tábata Cevallos
Diseño Gráfico: Carolina Ponce
Elenco
Olivia: Alfredo Espinosa
Viola: Javier Taco
Fiestas: Juan Pablo Acosta
Orsino: José Miguel Sandoval
Malvolio: Pablo Aguirre
María: Javier Campaña
Tobías/Capitán /Sacerdote: Gonzalo Núñez
Andrés de Secorrostro: Andrés Oviedo
Sebastián: Issac Montoya
Antonio: César Salazar
Oficial: Richard Chavero
Jhonatan Salazar Achig : Comunicador Social de la Universidad Central del Ecuador. Magister en Filosofía y Pensamiento Social en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales FLACSO Ecuador.
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