Censo Poético. El inicio de la celebración de los 50 años de la CND “Un gran pretexto para revisar la casa”** | Genoveva Mora Toral
Una oportunidad para volver a fijar la atención en la CNDE. La gran nostalgia, un trabajo que se estrenó en el 2009, y ha sido, por su potente título, imágenes y más, el disparador de la nostalgia, muy personal, de lo vivido en estos últimos años en la Compañía Nacional de Danza, gracias a la equivocada (por decirlo menos) decisión de Julio Bueno, en ese momento Ministro de Cultura, quien de un solo plumazo borró a Josie Cáceres de la dirección y ‘puso’ a Roberto Rivera, cuya trayectoria, valiosa, no era la apropiada para dirigir la CNDE, que, a su haber reciente tenía, como se dice, ‘la vara bien alta’.
La gran Nostalgia
Haciendo un poco de memoria (no se preocupen no voy a ir al origen, para eso estará la celebración de su aniversario 50), regresaré la mirada tan solo a este milenio cuando María Luisa González -1999- toma la dirección de la Compañía, permanece 16 años y la institución se remoza, se la vuelve a escuchar, se la sigue porque tiene una propuesta renovada, y es precisamente Jorge Alcolea, como maestro ensayador y coreógrafo, quien agrega más de una docena de obras al repertorio, creaciones notables como Una puerta, La Condición, La Consagración de la Primavera, por nombrar algunas. Y, en la nómina de coreógrafxs que llegaron a colaborar, incluidas personalidades extranjeras y nacionales, cuentan Hervé Maigret (El carnaval de los animales, El otro bolero de Ravel, La penúltima danza), Talía Falconí con 50 (La Mitad), Isabel Bustos con Las lunas de Lorca, Pablo Cornejo con Pacha, Jaime Blanc con Réquiem, por nombrar algunos que le sumaron brío al elenco.
El carnaval de los animales
Vendrán luego los años dirigidos por Josie Cáceres (2015-2021), quien con renovada energía, ingrediente indispensable para una labor desafiante, decide, además de trabajar con coreógrafxs diversos, como Iñaqui Azpillaga -Miedo a volar-, Laura Aris -Línea y contorno de un abismo-, Ji EunLee -Ser un hereje, Un hermoso pecado y Lo muy bello y lo muy bestial-, Sylvain Huc -Nupcias-, Milena Rodríguez - Nadie nos mira-; además, da un paso, diría que hacia adentro, y se ‘juega’ la reputación de la danza institucional con un proyecto cuyo objetivo apuntaba a los bailarines, y como alguna vez anotó, a la indagación de “un cuerpo que busca tener voz propia y experimentar con disciplinas artísticas, nuevas sonoridades y proyectos visuales”*, entonces vimos obras de autoría de varios integrantes de la CNDE: Oscar Santana -Máxima-, Christian Massabanda -No hay sistema , Cristina Baquerizo -Descoser la máquina-, Vilmedis Coba -Imaginar-, Luis Cifuentes y Sisa Madrid -Poéticas entre el espejo y yo-; así también la colaboración de figuras de trayectoria, como Esteban Donoso -La sustancia de las cosas-; Carolina Váscones -Perla luminosa-, Valeria Andrade -Desplazamientos-, Pablo Roldán -Cómo crear un universo sin Barney; sin Mickey y sin el Chavo del Ocho; Lorena Delgado -Indiviso-, Talía Falconí -Móvil intangible- entre otros. Y por supuesto las obras de Alcolea, Pies sobre el agua, Hay alguien en casa, y su nueva versión de La Consagración de la Primavera para escenario y una muy lograda versión digital de esta misma obra en tiempo de pandemia.
Indiviso
¿Qué sucede, en cambio, cuando la dirección la lleva alguien que no conjuga los mismos verbos y se acomoda en los pronombres personales? La sintaxis cambia, la pretensión creadora y artística da paso a esa contaminación llamada burocracia, ¡el gran enemigo del arte! En este tema, solamente toco terreno prohibido ¿cuánto tiempo debe permanecer un bailarín en un elenco?
Personalmente ratifico la nostalgia en estos últimos tres y algo más años, por la falta de riesgo, de propuestas, a pesar de que ciertas obras de Jorge Alcolea han sostenido la actividad del elenco, pero la circunstancia de stand by de la Compañía ha dilatado la creatividad, así como resoluciones legales para terminar de instituir los dos puestos claves: Director administrativo (recién elegido, Andrés Delgado) y ojalá pronto Director Artístico, un proceso urgente que ha llevado demasiado tiempo. Y, entre paréntesis, precisamente en la gestión de Rivera, desde el Ministerio de Cultura se agregan a la Compañía (temporalmente, porque caen en la cuenta lo inviable) los elencos, antes del BEC, el pluricultural y el clásico, quizá por eso el director de ese momento anota en un reportaje de Diners, que en su tiempo se crearon 26 obras; a saber, registro cuatro: Sensemayá y Mínimo de Cristina Baquerizo; Danzón de Luis Cifuentes y Cuerpos que suenan de Jorge Alcolea.
Maldonne
¡En fin! Hablemos de danza estrictamente. Danza la vimos en la estupenda colaboración de la CNDE en la obra de Leïla Ka, donde los bailarines dieron cuenta de su profesionalismo y cómo no, de virtuosismo y entrega.
Censo poético
Así mismo, aunque con una narrativa completamente diferente lo confirmamos en Censo poético, la obra que nos ocupa, dirigida por el español Samuel Retortillo, cuya intención va hacia lo personal; profundiza en el sentido de conocer a los seres humanos más allá del oficio. Esta edición ecuatoriana es parte de un proyecto que Retortillo empezó en el 2019, cuando lo invitaron a trabajar en la celebración de los 500 años de fundación de la ciudad de La Habana, donde cuenta que “el ‘censo’ nació por necesidad” * de ingeniárselas dada la pérdida involuntaria del material que llevaban para la propuesta. “En la Habana, hacer un censo implicaba y denotaba silencios, cuidado, desconfianza a la hora de respuestas, en tanto que los cuerpos hablaban” *, y ese fue el gran material para iniciar el proyecto que Samuel continuará en diferentes países de Latinoamérica.
El propósito último de su propuesta, “además de hablar, es escribir; una tarea que, muchas veces para los bailarines es ardua y olvidada, no hay un hábito, porque, precisamente su memoria es más bien corporal. De modo que escribir y re-escribir cada quien su propio guion, basado en memorias, fue el primer paso de esta creación” *, antes de trasladarlo al lenguaje dancístico.
El segundo fue un trabajo de fotografía y de patchwork, juntar historias e imágenes de vida, aunque sean completamente distintas, un trabajo relacional.
A nivel de dramaturgia, son los guiones escritos por los bailarines, acerca de momentos o hitos en sus vidas, a los que como una la capa final se agrega el cuerpo, sus cuerpos y maneras de moverse; su gesto singular a pesar de pertenecer a una agrupación que, en cierto modo, homogeniza; por esta misma razón es muy interesante el ejercicio de cuerpo y memoria, donde, quizás, el reto está en lograr la singularidad que, de hecho, se consigue.
Censo poético es un sugerente nombre que traspasa la acción, y entrega al espectador algo más que danza, aun si se tratase de un público cualquiera, la presentación y atención a los textos que la preceden, no se diga cuando en casos como de quien suscribe esta lectura, algo conoce a los personajes, consigue que esta danza se transforme en trazos personales, primordialmente, colectivos a la vez.
Censo poético. Luis Cifuentes
La escena se abre iluminada con un potente tono amarillo y delante, o sumido en ella, un cuerpo inicia su discurso, lo hace con brío y a ratos con morosa dulzura, potente y cadenciosa estrofa que despliega el poema -Luis Cifuentes-. Mientras detrás de esas rejas muy iluminadas, asoman como si de un juego se tratase, brazos, cabezas, piernas. El censo se ha poetizado…
Los cuerpos que nos hablan van construyendo, cada uno desde su trinchera, desde esas geometrías de luz, que momentáneamente los encierran y en evidente oxímoron los enfoca, agranda su lenguaje, y al tiempo, nos permiten mirar a los otros, deambulando y auscultando, toda una dinámica que sostiene a la obra y agencia para quitarle linealidad a la aparición de esos personajes en los que, hoy, se han convertido los bailarines.
Las estructuras iluminadas están siempre en movimiento creando contrastes, silencios y sombras que, junto a la música erigen el espacio y destacan la narrativa de cada intérprete. Toda esta organicidad se logra porque, “en general, toda la composición sucedió en simultáneo, la luz estaba más cercana a lo coreográfico, la música a la danza, y lo técnico hizo también parte, ahí fuimos puliendo todos sobre un material más concreto: los cuerpos; fue un trabajo en conjunto con Víctor, Santi, Nicolás y el nuestro” *
Sin la menor duda, este acierto consigue que el espectador también ingrese en escena, se sienta tocado por lo que ahí ocurre, porque toda esta escritura que se fue haciendo en vivo, ese diálogo entre los cuerpos y los elementos que cimientan la obra, van, ante nosotros, explicitándose en lenguajes diversos.
Censo poético, Fernando Cruz
Así, lentamente, asoma un discurso sosegado y rítmico, que va marcando huella con una cadencia interna -Fernando-, cuyo gesto me remite fuertemente a su maestro, calmado y profundo, circular, hacia adentro; atraviesa la escena y se pierde en la penumbra. Una suerte de develación que la apreciamos también en el alegato de Cristian, quien parece haber encontrado ‘la palabra’ precisa y el ritmo exacto para atravesar el camino de la memoria y evidenciar que su andar en el escenario tiene pausa y sentencia.
Censo poético. Foto Camila Encalada
A ratos, la música anota como campos de espera, las barras iluminadas en blanco rotundo fungen de marco a esos cuerpos que entran en la ‘arena’ con pasos definidos y sustentados, por momentos en la música, otras veces en contratiempo; algunos varones lanzan su historia al aire (Franklin, Darwin, Juan Francisco) enérgicos en su movimiento los vemos fluir en el espacio, con una narrativa concisa y definida; a ratos los avistamos elevarse como queriendo ganar altura, y de pronto, fuertes y seguros de su gesto ocupan la tierra, y de tanto en tanto buscan ancla, refugio en las sombras, sostén en la pared, pero por sobre todo consiguen definirse en un lenguaje/danza.
En una de esas oscuridades sonoras y contundentes por su registro bajo, que reclaman nuestra atención, vemos salir una silueta femenina que, decididamente, rodea el espacio y al personaje que ocupa el centro, luego los dos con movimientos felinos parecen sojuzgar el lugar, a ratos sumidos en la música que simula fulminarlos en el piso, ellos – Catalina y Fernando M.- juegan con ese comando y también lo desafían, con gesto seguro y armónico.
Censo poético. Sisa Madrid. Foto Camila Encalada
Luz y música briosas, tres figuras se deslizan por la escena y solamente una de ellas permanece y deslumbra con una danza intensa cargada de magia, vigor y creatividad, un cuerpo que evidencia todas sus posibilidades, pero sin afán de exhibición, es más bien una sintaxis construida desde una voluntad que desborda y habla de una danza/vida, esa es Sisa Madrid.
La música cambia y vemos aparecer otra figura femenina con su ritmo propio, sosegado, caminando, reconociendo(se) en su fuerza y en su calma -Zully-. De igual manera, María José acata el ritmo armonioso que la música entrega, acopla su lenguaje y comparte su particular modo de asumir la danza, deleitándose e invitando a un descanso de la mirada y el sentir.
Llega Camila y en lúdico lenguaje da cuenta del gozo de bailar, de un acento rotundo, danza, camina y seduce, como la vida misma.
Censo Poético. Eliana Zambrano
Asoma Eli con paso lento, acompasado, auscultando el espacio, como reconociendo el sendero, con tacto y ternura; los hombres la rodean con sus paredes brillantes y ella sigue su andar sin prisa, hasta esfumarse en las sombras.
La escena se ilumina y detrás de ese trazo lumínico, los cuerpos, cuyos rostros reproducidos en ese collage de fotos se vuelven protagonistas, al tiempo que escuchamos el coro de historias cruzadas y unidas por el tiempo, sucesos que se parecen y se mezclan; la luz lateral se apaga, la música arrecia su ritmo, el patchword persiste…
Censo poético es una suerte de toma viva de tiempo, espacio y personajes, y curiosamente, o mejor dicho, inesperado, porque lo ha realizado un coreógrafo que apenas conoció al elenco, y su mérito no solamente se evidencia en la obra, en el acierto en conjugar cuerpos, música, luz y sonido, sino en su capacidad de relacionarse con el elenco y conseguir este retrato tan especial.
*https://www.elcomercio.com/tendencias/hitos-companianacionaldedanza-ecuador-cultura-danza/
** Las comillas corresponden a la voz de Samuel Retortillo, Tania Cortés Becerra y Oscar Bahamonde en una conversación antes y después del estreno, respectivamente.
Ficha artística:
Concepto y dirección: Samuel Retortillo
Intérpretes: Darwin Alarcón, Cristian Albuja. Luis Cifuentes, Fernando Cruz, Juan Francisco Chávez, Camila Enríquez, Zully Guamán, Sisa Madrid, Franklin Mena, Fernando Muñoz, María José Núñez, Catalina Villagómez, Eliana Zambrano.
Diseño sonoro y multimedia: Oscar Bahamonde, Daniel Mena y Tania Cortés Becerra
Diseño de iluminación: Samuel Retortillo y Santiago Vergara
Diseño de escenografía: Samuel Retortillo, Santiago Vergara, Édison Terán y equipo técnico CND
Producción: Optima Genius Consulting y Compañía Nacional de Danza
Co-producción: Madrugada Producciones
Apoyos: Embajada de España en Ecuador
Agradecimientos: Centro Coreográfico Rural