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Hechizos para reparar un cuerpo roto: fragmentación de la técnica en el umbral del ritual performático I Daniel Félix

Hechizos para romper un cuerpo roto. Foto Silvia Echevarria El Apuntador

Hechizos para reparar un cuerpo roto: fragmentación de la técnica en el umbral del ritual performático I Daniel Félix

Si el estigma del arte moderno es la técnica escindida del ritual sagrado; si el espectáculo y la funcionalidad que el tiempo exige del arte; nuestro tiempo que construye fugaces palacios para el entretenimiento, el streaming y la masividad; si asistimos como se ha anunciado al ocaso del sentido, en la línea en la que el lenguaje moderno y occidental nos ha enseñado que se dan sentido a las cosas del mundo; entonces decimos: ¿qué otros acercamientos son posibles a la sensibilidad del acto escénico?, ¿dónde quedan las intimidades sagradas, por ejemplo? -las nuestras, el público, que experimentamos desde “afuera”; y las de los intérpretes (sus fracturas, sus archivos de vida que alimentan la puesta en escena)- ¿cómo disponer de espacios de intimidad entretablas, entre las ambigüedades sutiles de los discursos estéticos?

Hechizos para romper un cuerpo roto. Foto Silvia Echevarria El Apuntador

En este campo de la intimidad, las acciones performáticas dejan de necesitar una comprensión. Lo que importa es lo que entregan. Una sensación común a un espacio; una evocación del ritual sagrado perdido, en los cuerpos que activan el dispositivo escénico, y en los cuerpos inmersos que observan la puesta. En esta acción deben fabricarse sentidos comunes; rituales efímeros, fugaces. Por esto es tan compleja la ejecución de una verdad, cuando la dificultad originaria es entender que se operan acciones en el campo de los sentidos, para la reconstrucción de un ritual, una actividad simbólica que se comparte en la acción escénica, que acontece entre los corazones:

¿Conmueve o no conmueve?, esa sería la pregunta.

Otra pregunta sería: ¿a quién conmueve o no el dispositivo?, ¿qué es una verdad escénica?, ¿a quién pertenece la verdad escénica? -quién pone su cuerpo como una ofrenda ritual, el intérprete-creador, el “desarchivador” de sus verdades y biografías, que son la sustancia primordial en la que entramos.

Hechizos para reparar un cuerpo roto es un “dispositivo performático” conducido por la artista Anna Jácome Artemisadanza (cuerpo vector), junto a once intérpretes (cuerpos denuncia). La propuesta se ocasiona de forma procesual. Jácome llevaría previamente sus inquietudes escénicas a un estudio formal de maestría en la Universidad de las Artes, donde exploró las instalaciones del edificio Manzana 14, en Guayaquil, desde premisas investigativas de tipo autoetnográfico.

Hechizos para romper un cuerpo roto. Foto Silvia Echevarria El Apuntador

El detonante es una historia de violencia familiar que la mueve a cuestionar desde lo escénico: ¿cómo llevar a cabo un rito -y ponerlo en escena- donde los registros del dolor, fractura y violencia propios, íntimos y familiares, puedan ser canalizados, experimentados y compartidos compasivamente? Luego, este trabajo de investigación y archivo personal resultó seleccionado por la Compañía Nacional de Danza en una convocatoria pública para proyectos coreográficos, para realizarlo junto a un grupo de artistas del sector independiente escogidos por audición. 

Registro fotográfico de la residencia: Camila Encalada

El proceso:

Ronal, Ale, Jime, Carlos, Paula, Kevin, Frank, Xime, Sebas, Pedro, Tamia. Cada unx de estxs intérpretes creadores, trabajó durante un mes en esta residencia. El modelo creativo fue de naturaleza deductiva: si todxs experimentamos en algún momento de la vida las fracturas del dolor, del luto o de la violencia; si en cada persona existe un archivo personal de incomodidades, herencias familiares traumáticas, cicatrices emocionales íntimas; todo cuerpo es contenedor de este material con el cual escudriñar un rito. Un hechizo personal de liberación, de afirmación de lo que persiste al quiebre. Un material de intimidad performativa, física y emocional, que puede ser trabajado y puesta en escena. La pregunta universal que se aborda entonces es: ¿cómo puede el cuerpo transitar sus cicatrices en una ruta escénica? Es decir: cómo mostrar poéticamente estas experiencias; cómo explorar las intimidades de los intérpretes; cómo y hasta dónde muestran estos sus verdades, sus vidas, en la fugacidad del instante escénico.

Registro fotográfico de la residencia: Camila Encalada

La contemplación de una verdad como una acción estética. Mimetizar y poetizar el escenario. Caotizar el campo escénico con las emociones, los archivos, las verdades de los intérpretes, decantadas por las estructuras y discursos coreográficos. Algo ocurre en escena que no es dramaturgia ni danza; algo híbrido atravesado por proyecciones, videos, una intervención de sonido incidental operada en escena; una composición de imágenes ensambladas, bailadas, performatizadas, intervenidas, investigadas en residencia por cada uno de estxs artistas.

Hechizos para romper un cuerpo roto. Foto Silvia Echevarria El Apuntador

Hechizos para reparar un cuerpo roto es un trabajo intenso de investigación de cada artista participante. El registro documental, el uso de la técnica para impulsar el rito. En un contexto artístico en el que se espera acceder a ‘buenas’ o ‘bellas’ obras, en términos de modelos ajenos, de conductas estéticas impuestas y de productos artísticos estandarizados; este tipo de artefactos critican la imposición, la normatividad y lo espectacular de las prácticas escénicas. Entonces han de desgarrarse los cuerpos puestos en escena y exponer sus propias verdades detrás del rito performático. En el campo de la intimidad, la experiencia nos sumerge en un mundo de desnudeces y cuidados, donde lxs artistas exhiben juntos cicatrices y comparten una experiencia procesual, entre lo sagrado y su representación.

Pensar en un espacio en el que lo sensorial y lo simbólico se hibridan, abandonando lógicas discursivas escénicas convencionales; llegar a las imágenes que expresen los contenidos simbólicos en clave coreográfica. Las frases suponen conceptos abstractos y universales como la enfermedad, la vejez, el miedo, el abandono, el luto, la violencia…  Los conceptos son campos de composición: solos y coros, iluminación y videoescenografía, confección sonora incidental… Un ensamblaje interdisciplinar que aspira al ritual sagrado de la intimidad, donde acontece la reparación, donde el corte es zurcido, donde se muestra poéticamente fragmentos de escenas detonadas por la violencia y el dolor, pero también por la posibilidad de restauración en comunidad, donde los artistas comprometen sus cuerpos y verdades a favor del acto escénico liberador.

Hechizos para romper un cuerpo roto. Foto Silvia Echevarria El Apuntador

El hechizo como una acción dispuesta en el escenario, se expresa en acciones fragmentarias, rotas. La operación, el dispositivo, finalmente, hace uso de estos elementos de la técnica: la video proyección, el fotobordado, el audio documental, las máquinas de coser, los micrófonos y sobre todo el exigente desempeño de los intérpretes, para invertir la ausencia del rito, el estigma de la obra terminada y sus caminos polisémicos.

Ficha técnica

Cuerpo-vector: AnnaAbsenta

Cuerpos-denuncia: Kevin Hurtado, Sebastián Zamora, Franklin González, Ximena Tobar, Tamia Loya, Paula Catalina Riofrío, Pedro Sarzosa, Ronal Medina, Jimena Villa, Ale Fernández, Carlos Quito

Confección sonora: Daniel Mena

Composición musical: Carlos Romero

Fotobordado: Andrea Vivas

Canto Cicatriz: Dina

Concepto y dirección: Anna Jácome

Diseño de iluminación: Santiago Vergara y Víctor Cárdenas

Operadores sonoros: Nicolás Cano y David Padilla

Registro fotográfico de la residencia: Camila Encalada

Producción: Compañía Nacional de Danza - 2025

Dirección ejecutiva: Andrés Delgado Andrade

Dirección artística: Jorge Alcolea

Daniel Félix:  Editor, escritor y periodista cultural. Ha colaborado con casas editoriales, universidades y fundaciones 

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