Última Edición

¡Bienvenidos a El Apuntador, la página de las artes escénicas!

Apuntador 71 Foto.jpg
Nicolas Jaar y su radioarte festivo-militante | Juan Manuel Granja

Nicolas Jaar – Archivos de Radio Piedras x Crudo. Foto Ana Lucía Zapata FNTS

Nicolas Jaar y su radioarte festivo-militante | Juan Manuel Granja

Desde sus primeros lanzamientos, Nicolas Jaar ha ocupado un espacio difícil de encasillar. Como figura crucial de lo que muy ampliamente se puede llamar IDM (Intelligent Dance Music), hay en su música algo de techno minimalista, pero también de paisaje sonoro abstracto, de ambient que respira y se repliega, de collage con samples que parecen sacados de archivos familiares imposibles, de field recordings o de mixtapes con vocación íntima. Hay quienes piensan en este músico chileno-estadounidense como un DJ con alma de artista conceptual. Sus discos pueden sonar como una sesión de club depurada o como una transmisión perdida de radio comunitaria que atraviesa un bosque. Todo depende del track que esté sonando, lo extraordinario es cómo todas esas piezas —aparentemente dispares— terminan conformando una experiencia cohesionada. Esa capacidad para (des)habitar géneros fue lo que pudimos escuchar en el concierto Archivos de Radio Piedras que ofreció en el Teatro Sucre.

Archivos de Radio Piedras x Crudo. Eli Wewentxu. Foto Ana Lucía Zapata FNTS

Tras una introducción del violinista mapuche experimental Eli Wewentxu, que de telonero pasa a formar parte del espectáculo principal, Jaar hace una primera intervención, un saludo con cadencia radial, como si acabáramos de sintonizar una emisora pirata. Entre la niebla sonora aparecen fragmentos de Víctor Jara y del dúo Benítez y Valencia, guiño claro a una estética que incorpora lo local sin convertirlo en folclor decorativo. Jaar menciona a Quimsacocha y deja caer una frase por la defensa del agua. El concierto empieza a sentirse como una emisión clandestina (una enmarcación que nos recuerda a bandas nada electro como The Clash o Mano Negra).

Los protagonistas son un violinista, dos teclados, computadoras y un percusionista armado de una batería no convencional. Como inicio, una bruma electrónica que crece en densidad, un pulso percutivo que apenas esboza forma. Entre esa neblina emergen acordes de teclado que luego se tiñen con tonos de saxo grave (tocado por el propio Jaar), casi de órgano submarino, además de un violín rarificado, sombreado por capas de reverb. Todo esto es una introducción tanto como un portal.

Nicolas Jaar – Archivos de Radio Piedras x Crudo. Foto Ana Lucía Zapata FNTS

Llama la atención la disposición de los músicos en escena: si bien Jaar se ubica al centro, en primera línea, al frente, se ubica el tecladista (de pie y danzarín) y un arsenal de percusión: además de tambores, djembé, platos y bongoes, oímos platillos de mano, cencerros metálicos y plásticos, resortes, alambres tensos y tubos que parecen más propios de un taller mecánico que de un set de música electrónica. Hay una declaración en dicha ubicación: aquí el pulso físico, manual, ocupa un lugar físico primordial, así como lo hace la voz humana, si bien filtrada y enrarecida por el aparataje electrónico.

Nicolas Jaar – Archivos de Radio Piedras x Crudo. Foto Ana Lucía Zapata FNTS

Arranca la primera pieza reconocible: Piedras. Sobre un patrón de pizzicato de violín y tambores secos, entra un teclado envuelto en olas electrónicas: soplos de aire frío, vientos sintéticos. La percusión en vivo dota a la pieza de una dimensión ritual: el latido se vuelve físico, casi chamánico. La repetición no es plana, sino ascendente, como una espiral que intensifica el pulso. Más que un track discotequero, se trata de una instalación sonora.

Aquí cabe traer la historia detrás del más reciente álbum doble de Nicolás Jaar pues comenzó con un solo encargo: una pieza para el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos de Santiago de Chile, dentro de una exposición sobre la dictadura de Pinochet. Aquella obra inicial se expandió hasta convertirse en una radionovela distribuida por Telegram y otras plataformas digitales. Más tarde, Jaar publicó todo el material en Bandcamp, destinando las ganancias a organizaciones que apoyan a comunidades mapuche y a la población palestina en Gaza. La versión definitiva son dos vinilos que condensan aquella experiencia. Piedras 1 & 2 podría parecer un trabajo disperso o un experimento desbordado, casi una misión secundaria, pero en realidad es quizá su obra más ambiciosa: una síntesis de su dominio en sonoridades abstractas, pop minimalista y arte performático.

Este contexto nos permite enfocar mejor el performance y el momento artístico de Jaar en el escenario quiteño. Así, de repente, en medio de la base rítmica, irrumpen grabaciones y fragmentos de noticieros que hablan sobre los activistas mapuches presos. La música no se detiene, pero el sentido intenta cargarse de cierta tensión política. El teclado, en tono de órgano Hammond, sostiene un colchón que brinda continuidad a pesar de las interrupciones sonoras. La mezcla es extraña y eficaz: trance corporal y alerta crítica en el mismo minuto. Hay momentos en que el ritmo se acerca a la cumbia, pero nunca se entrega del todo. Jaar, en efecto, introduce pausas, cada quiebre es una especie de frontera interna dentro del mismo tema, un pasadizo hacia una intensidad diferente. En esas encrucijadas, la voz entra como un nuevo instrumento, filtrada y procesada hasta volverse una sombra grave que murmura más que canta. Otras veces, la voz se acerca al spoken word, como un narrador que describe la escena desde dentro.

Nicolas Jaar – Archivos de Radio Piedras x Crudo. Foto Ana Lucía Zapata FNTS

El arsenal de percusiones despliega toda una gama de texturas: shakers, castañuelas metálicas, cencerros modificados con piezas internas que vibran y raspan, láminas que crujen, reverberaciones de metal, membranas y alambre. Cada golpe interactúa con los filtros electrónicos y genera capas tímbricas difíciles de producir solo con máquinas. Lo notable es cómo Jaar integra estos instrumentos acústicos sin que parezcan un adorno o simples “invitados especiales” sobre un fondo electrónico. Aquí la percusión, el saxo y el violín no son añadidos, sino ejes de la estructura pues están tratados con la misma lógica de procesamiento, loops y efectos que las pistas programadas. El resultado recrea un territorio híbrido donde la frontera entre lo tocado y lo secuenciado se vuelve porosa y, por ende, hace del show en vivo una experiencia que trasciende cualquier versión de estos sonidos diseñada para reproductores caseros, auriculares o clubs nocturnos.

En algunos pasajes, la música se retira o parece retirarse pues solo queda la insistencia de un murmullo: apenas un teclado, respiraciones procesadas y ruidos lejanos como grabaciones de campo. Esos silencios amplificados funcionan como reset emocional, para luego volver a sumergirse en pulsos más densos. La dramaturgia sónica es precisa, parece coreografiada al milímetro, pero consigue provocar una sensación de improvisación que le da vivacidad, potencia y a la vez fragilidad. En efecto, el concierto avanza como una secuencia de habitaciones sonoras: cada una tiene su atmósfera, sus objetos, su lógica interna. Hay pasajes donde el ritmo se apodera de todo y otros donde el tiempo se estira hasta parecer inmóvil.

Nicolás Jaar hizo patente su habilidad singular para trabajar el espacio y la distancia en sus composiciones, algo que encaja de manera natural con la creación de narrativas sonoras. Elementos como los tambores graves o las voces surgen a veces como si provinieran de una habitación lejana, hasta que, de repente, todo se aclara por un instante. Este recurso, que Jaar repite a lo largo del concierto así como de sus últimos trabajos, hace que su música pueda disfrutarse desde cierta distancia, dejándose llevar por un tempo a veces lánguido, pero el contenido temático atrapa e incluso golpea con fuerza. La elección de un formato (o simplemente un marco) cercano a la radionovela favorece el planteamiento de Jaar: establece resonancias de crisis históricas como la de Chile, y su persistencia en distintos lugares del mundo.

Nicolas Jaar – Archivos de Radio Piedras x Crudo. Foto Ana Lucía Zapata FNTS

Cerca del final, Jaar retoma el tono de locutor y se despide como si cerrara la emisión de aquella radio imaginaria. La última pieza se apaga lentamente, con un delay infinito que deja suspendida las posibilidades de resolución: este concierto ha sido más una pregunta que una procesión de argumentos. El carácter político, aunque nunca panfletario, se sostiene en esa misma tensión. Los samples de voces históricas, los guiños a conflictos sociales, los sonidos que remiten a territorios concretos (sin caer en el folclorismo) construyen una narrativa donde la fiesta y la resistencia comparten espacio. En ese sentido, Jaar opera como un DJ y como un curador de memoria.

Para el cierre, luego del pedido entusiasmado del público, Jaar retorna a sus perillas para hacer bailar a todo el teatro con un techno mucho más convencional que recuerda sus años como joven promesa de la pista de baile.

Nicolas Jaar – Archivos de Radio Piedras x Crudo. Foto Ana Lucía Zapata FNTS

El resultado final no es un concierto de música electrónica con “toques” acústicos, sino un dispositivo escénico que alterna entre la fiesta y la instalación sonora, entre el baile y la escucha atenta. Jaar parece más interesado en modificar la percepción que en dar un espectáculo convencional: su set es un ensayo sobre cómo se puede hacer política desde el sonido, cómo se puede narrar una geografía desde el ruido y cómo lo ritual puede convivir con lo digital sin nostalgia ni exotismo.

Juan Manuel Granja: Ha publicado trabajos de ficción, crónica y ensayo. Su libro Babel en ascensor y otras crónicas fue publicado en México por la UNA, otros textos suyos forman parte de antologías en Colombia y Chile.

Más en https://www.elapuntador.net/portal-escenico 

Moscas así necesita la patria. La Mosca Puerca I Gustavo Moya

Moscas así necesita la patria. La Mosca Puerca I Gustavo Moya