Última Edición

¡Bienvenidos a El Apuntador, la página de las artes escénicas!

Apuntador 71 Foto.jpg
Patricia Naranjo. La mama chiquita /Santiago Rivadeneira Aguirre

Patricia Naranjo. Foto cortesía

Patricia Naranjo. La mama chiquita /Santiago Rivadeneira Aguirre

‘Fue mi Mamá Chiquita’ nos dice Diego Naranjo cuando repasa los primeros días de teatro -que son como los mismos comienzos del mundo y del ser- junto a su hermana Patricia. Hay una noción de contagio espiritual y de participación, que se ha repetido a lo largo de la historia, como para ir fijando la dimensión de la constancia y la terquedad. Parte de la embriaguez, la de Dionisos inspirador de la locura, con la que se pudo -y se puede- construir una presencia repleta de vida y de memoria. Sin metafísicas aparentes, porque el teatro es también una parte primordial de la identidad moral, íntegra, que tienen los actores y actrices, los artistas en general, respecto de las relaciones de pertenencia con la comunidad.

Identidad moral que se corresponde además con la sustancia ética -es decir, los principios que orientan la acción- del teatro ecuatoriano. Tal vez ahí radica la autonomía (poética, creativa) que Patricia reclamó desde el mismo momento que vio a su hermano Diego rendir los exámenes en la Escuela de Teatro de la Universidad Central del Ecuador. ‘Paty empezó con esto del teatro cuando yo había ingresado -Paty es mayor a mí, por eso ella era mi Mamá Chiquita- a la Escuela de Teatro, recuerdas Santiago, estábamos haciendo el examen de primer año con invitados y público. Y Paty fue parte de ese público. Vio toda la onda de la Escuela y dijo que también quería empezar a actuar’.

Patricia Naranjo -al igual que muchos- había sido contagiada por el virus del teatro, como decía Artaud, o por el demonio y sacudida por el ruido de las alas de algún ángel que se posó en sus hombros y la izó a las alturas para comunicarle que ya no tiene otra alternativa. No para volar. Para posarse en las aberturas de la sensibilidad de las personas. ‘Así fue como empezó -insiste Diego- luego ya nos llamó María Escudero (directora argentina, que fundó el Libre Teatro Libre en Córdova y vivió muchos años en Ecuador) para trabajar en (la obra) En la diestra de Dios Padre (una mojiganga de Enrique Buenaventura) junto a Elena Torres, Lucho Campaña, Pepe Vacas, Ilonka Vargas, Jorge Guerra’. 

Y luego de esto se creó el grupo Saltamontes, un colectivo dedicado al teatro infantil, que recorrió todo el país. ‘Bajábamos de un bus para subirnos a otro, e íbamos de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, de escuela en escuela. Cobrábamos 2 reales por niño en cada función. Así empezó la cosa. Y así conocimos gran parte del Ecuador’.

“La foto es algo que define tanto a Paty, ella que siempre estuvo alegre, contenta, risueña. En la familia, ineludiblemente, todos los 31 de diciembre nos disfrazábamos y ese fue uno de sus mejores disfraces”. (Diego)

“La foto es algo que define tanto a Paty, ella que siempre estuvo alegre, contenta, risueña. En la familia, ineludiblemente, todos los 31 de diciembre nos disfrazábamos y ese fue uno de sus mejores disfraces”. (Diego)

Y Patricia Naranjo nos descubrió el secreto de todo: que el teatro es una especie de ‘especialidad de lo imposible’. No para causar o provocar en el espectador alguna impresión banal. Más bien para hurgar en un ‘tiempo axial’ como el tiempo del payaso de la mojiganga de Buenaventura, que entra al escenario bailando y planta su bandera en el proscenio: “Pido permiso, señores/para aquí representar/esta vieja mojiganga/de gentes de mi lugar”. Al final de la obra, el actor o la actriz agradecen al público con una sonrisa, tras hacer la reverencia. Ese es el mensaje fundamental del artista y fue el de Patricia toda la vida: la sonrisa como un gesto de la emancipación. 

Paty empezó a hacer otro tipo de trabajos, estuvo en algunas obras con Roxana Iturralde: Adiós Siglo veinte (de Abdón Ubidia) y Orquídeas a la luz de la luna, un texto corto de Carlos Fuentes sobre las divas mexicanas Dolores del Rio, interpretada por Patricia y María Félix por Roxana -completa Diego. ‘Luego están las películas, como la que hizo con Jorge Vivanco, Tekimán, la primera, eso fue hace añísimos. En esta película actuaron, además de Paty, mi mamá, mi esposa, mi hermana Alicia, Alejandro Velasco, Eduardo Madriñan, entre otros. La Casa de Bernarda Alba de Santiago Carcelén, y obras como La verdadera historia de Tarzán y La mayonesa se bate en retirada, ambas infantiles. Trabajamos en el proyecto de alfabetización con Jaime Roldós, con el mismo grupo Saltamontes; también recorrimos buena parte del país. Y en (la unidad de) Nuclearización Rural con el Consejo Provincial (de Pichincha). En fin, la última película que hizo fue Prometeo deportado, (escrita y dirigida por Fernando Mieles) y varios cortometrajes que hizo últimamente. Otro montaje que hicimos y compartimos tablas fue No hay ladrón que por bien no venga (de Darío Fo) dirigida por Pepe Vacas. Hace algunos meses fue parte de la temporada de Microteatro UIO, actuando con Paty Loor’.  

‘Por si acaso -concluye Diego esta corta y emotiva relación de hechos- Paty es la cuarta de siete hijos, madre mexicana, padre ecuatoriano, Mi madre hizo radio novelas en aquel entonces, antes de casarse con mi padre y de conocerlo: creo que de ahí nos venía la vena artística. Mi madre estuvo por hacer su próximo lanzamiento como actriz en el cine y conoció al ecuatoriano y éste se la trajo. Dentro de la familia, pues, de una u otra forma, siempre ha habido gente involucrada con el arte y toda la vaina, no, entonces ya, ahí está Paty, solidaria, en su escasez que atravesaba, tremendamente solidaria, tu llegabas a su casa y con su chauchera rota (ríe) siempre había que comer, siempre había buena conversación, siempre un buen café, generosa, solidaria…’ 

Patricia, la actriz y la Mamá Chiquita de Diego Naranjo, falleció el 10 de abril en Quito, cuando la calamidad nos ha obligado a la reclusión y al confinamiento. Para afinar la memoria, seguramente, porque el contexto adecuado pronto será otro, cuando dejemos de estar afectados por este ‘tropo’ de la pandemia, que también ha mortificado de momento el lenguaje, la comunicación y nuestra visión poética. Porque el teatro, como alguna vez le dije al Negro Arístides Vargas, nos vuelve -continuamente- contemporáneos de nosotros mismos, con ese inapreciable sentido de comunidad o de pretendida identidad 

Día Internacional de la Danza,  Arte fronterizo, virtualidad y cuerpos./  María Luisa González Lalama.

Día Internacional de la Danza, Arte fronterizo, virtualidad y cuerpos./ María Luisa González Lalama.

Graznatúa y Pantacruel / Isidro Luna Quito – 2020

Graznatúa y Pantacruel / Isidro Luna Quito – 2020