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El Pez dorado y su capacidad de acercar la imagen poética a lo incapturable     Daniel Félix

El sol seguirá subiendo, la sombra se irá corriendo, poco después volverá la tarde. Cristina Baquerizo y Juliana Zúñiga

El Pez dorado y su capacidad de acercar la imagen poética a lo incapturable Daniel Félix

The diver sun -slow dived from noon– goes down;

my soul mounts up!

Herman Melville

  1. Percibir, contemplar, intuir

Los días avanzan con su infinidad de cosas pequeñas, de matices asombrosamente inquietos, abarrotados, vitales e inalcanzables. La esencia, en principio, es algo que no se puede capturar, algo que deja un rastro esquivo al ojo que solo se interesa en observar el espectáculo. La vida como un lugar al que solo puede accederse desde la proximidad de la contemplación.

Contemplar, acercarse y percibir lo inconsumible, parecería una tarea más próxima al poema que al acto escénico. Si lo pensamos desde el campo de lo abstracto: es una de aquellas rupturas paradigmáticas que suponen la modernidad en el arte. Algo que tiene que ver con el vaciamiento del sentido y la sustitución del acto ritual artístico por el de la técnica de la maquinaria (W. Benjamin dixit).

Cristina Baquerizo y Juliana Zúñiga

Un ejemplo evidente de esto se observa en el cine, donde todo el trabajo artístico concluye en un solo producto: el filme. El espectador, receptor de la acción artística, obtiene una experiencia final en la sala; sin embargo, en esta experiencia, el proceso anterior al producto artístico tiene muy poco que ver con el receptor, quien queda absorbido por una maquinaria social de la que nace la idea del espectáculo.

En nuestro tiempo, lo espectacular ha sustituido el sentido de lo sagrado, que en épocas anteriores amarró los impulsos de las artes a una función próxima al encuentro con las almas. Eso que contempla y que no puede ser contemplado. Eso que se escapa tanto del lente como de las palabras. Un lugar para la proximidad entre los participantes de una obra artística: creadores y receptores.

Cristina Baquerizo y Juliana Zúñiga

  1. El paradigma de la máquina

El Sol seguirá subiendo, la sombra se irá corriendo, poco después volverá la tarde es una obra de El Pez Dorado, grupo escénico independiente que recientemente cumplió 10 años en los escenarios.

Su poético título constituye un guiño a la propuesta creativa, a su singularidad, en un entorno donde el paradigma de la maquinaria moderna del arte produce espectáculos y uniforma las cosas: títulos pequeños, obras enormes, espectáculos destinados a públicos homogéneos, uso de efectos especiales, máquinas y tecnología, para la consecución de la obra como producto del consumo.

En un contexto así alrededor del arte moderno, cuyas exigencias no siempre tienen que ver con la única función intrínseca del arte: la contemplación. El Pez Dorado se cuestiona, entre otras cosas, la problemática de la contemplación, que supone una actividad más que física de mirar; o intelectual al interpretar; una actividad propia del alma -esa unidad mínima de lo que se escapa a las definiciones.

Cristina Baquerizo y Juliana Zúñiga

Si contemplar es capturar un momento de lo efímero, entonces, cabe cuestionarse bajo estos términos: ¿es posible la contemplación desde una pantalla?, ¿hay lugar para la revelación que supone una recepción profunda, una conexión entre almas a través del encuentro artístico, en toda su cadena desde el creador, a través de la misma obra, hasta quien la recibe?

  1. Lo que acontece

En El Sol seguirá subiendo, la Sombra se irá corriendo, poco después volverá la Tarde, acontecen muchas acciones:

El tiempo propuesto desde el mismo título es un espacio donde acontece una dramaturgia sobre lo efímero, expandida a través de múltiples recursos: hay objetos de todo tipo, un teatro de sombras, unos taburetes que bailan, hay máscaras de papel, una alfombra, dos intérpretes-operadoras que en escena llevan al extremo las posibilidades de este impulso dramatúrgico (coreografiar el espacio y sus cosas), hay una licuadora, varias pelotas, entre tantos otros elementos… Lo interesante en realidad es el riesgo que asume el Grupo al disponer todos estos elementos para la contemplación.

Parafraseando a W. Benjamin, en el acercamiento a las acciones, hay una respuesta al problema de la contemplación en el campo de la cinematografía, realizado a través de la ejecución de la técnica. El acercamiento del lente da esa sensación de profundidad y cercanía.

Cristina Baquerizo y Juliana Zúñiga

En el caso de esta propuesta se observa una dislocación del trabajo con las máquinas: teléfonos móviles, computadores portátiles, que, antes que formar parte de una escenografía, constituyen disparadores dramatúrgicos encargadas de la ejecución precisa de esta coreografía compleja, tan sutilmente contada.

Una historia sobre la vida moderna que cabe en el tiempo propuesto en el título de esta pieza, y que se expande poéticamente hacia el tiempo de la vida: un día cargado con sus cosas, sus objetos, sus encuentros. Algo que no puede ser mostrado abiertamente; algo que necesita de mucha cercanía.

Lo que se cuenta debe ser mostrado muy de cerca; así, El Pez Dorado explora posibilidades de la escena a través de la disposición de recursos entretejidos con sutileza. La obra está diseñada para que cada función tenga un aforo de solamente 30 personas. Esto como parte de la misma dramaturgia, expandida hacia la sala. El espacio escénico no es mayor al tamaño de una habitación, en cuya cuarta pared se disponen tres filas de asientos, a muy pocos metros de la acción.

Así se invoca la contemplación. Ese encuentro en la vida de una persona en continuo diálogo con el tiempo, el paso de la sombra, los matices de la tarde, lo que llena los instantes efímeros que en su suma constituyen una vida.

Cristina Baquerizo y Juliana Zúñiga

4. Lo cotidiano, lo imperceptible

En el campo intersubjetivo de lo escénico, el espectáculo construye hegemonías estéticas, temáticas, convenciones, esquemas dramatúrgicos que tensionan las fuerzas y potencias del arte: lo que debe hacerse y verse cuando asistimos a un espectáculo. El rito de la modernidad siempre emerge de esta condición de maquinaria espectacular, de sustituto mecanizado de algo que en la historia del arte -y sus usos- tenía que ver con la familiaridad del receptor. El totem de la danza y del teatro, su identidad en lo colectivo, es ahora determinado por una cadena de consumo de la obra como un producto final que ha de guardar características homogéneas.

Cristina Baquerizo y Juliana Zúñiga

Por ejemplo, la idea del actor y su función encarnadora del personaje. En este recorrido por lo espectacular, elementos dramatúrgicos estructurales como la construcción de personajes, cumplen una función normalizadora de la acción artística. Inclusive acontece una hibridez entre actor, personaje, interpretación y expresión. Confusión donde nunca queda clara la frontera que separa autores, narradores, personajes, intérpretes; donde generalmente es el prestigio o el canon de turno lo que define estas relaciones intrínsecas del arte.

Alcolea y sus pares, con esta obra patean la mesa, encontrando caminos propios para estas problemáticas. Dos creadoras-intérpretes-operadoras ejecutan la totalidad de la obra, disponiendo a través de sus cuerpos de todo lo necesario para concretar una dramaturgia de objetos y del espacio. Hay un desdibujamiento del personaje como tal, que aparece en el inicio de forma sugerente en un teatrino de sombras: “esta es una obra sobre alguien, y las cosas y objetos que pueblan sus días”, parecería decir El Pez Dorado.

Las intérpretes ejecutoras de esta obra –Cristina Baquerizo y Juliana Zúñiga- encaran el asunto de la caracterización y la función del personaje desde una perspectiva poética. El actor abandona la pretensión protagónica en esta pieza, esa sugerencia moderna del arte como un espacio de autoridad creativa, a favor de otras posibilidades expansivas de la escena. Entonces, todos los objetos operados en escena cobran protagonismo, dialogan directamente con el receptor, y es en su movimiento donde se revela la frase coreográfica, el discurso compuesto por capas de sentidos.

En contra de la espectacularidad, el acto creativo busca lo significante, lo que aparece solamente para incrementar el sentido, lo que crece hacia adentro. Para Peter Brook, el pez dorado simboliza aquello que escapa del entendimiento; aquello que se mantiene siempre en movimiento y busca las profundidades. En esta misma línea de pensamiento se inserta la poética de El Sol seguirá…, persiguiendo las posibilidades del cotidiano imperceptible. Una obra necesaria y refrescante sobre las profundidades, donde “solamente se sumergen los animales que se atreven a resistir la presión, para volver a la superficie con los ojos inyectados de sangre, a contarnos lo que hay adentro” (Melville).

Ficha técnica

Teatro Nacional Sucre

El sol seguirá subiendo, la sombra se irá corriendo, poco después volverá la tarde

Dirección: Jorge Alcolea

Elenco: Juliana Zuñiga, Cristina Baquerizo

Fotos: Silvia Echevarria El Apuntador

 Daniel Félix:  Editor, escritor y periodista cultural. Ha colaborado con casas editoriales, universidades y fundaciones 

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